Un hecho es innegable: la riqueza puede perderse, la movilidad social descendente es muy fácil de padecer con malas inversiones o decisiones, pero la ascendente es un mito, para el quintil inferior, la posibilidad de enriquecerse legalmente es virtualmente inexistente.
De ahí nace la adoración que tienen liberales neoclásicos y libertarios por esa suerte de superhombre del mercado que es el “self made man” o emprendedor exitoso que, partiendo de cero, tomó riesgos, desarrolló habilidades de alto valor de mercado y logró amasar una fortuna que le permitió, por ejemplo, retirarse joven o, quizás, ser el sujeto creador de riqueza que permite el “derrame” (otro dogma del neoliberalismo) que plantea que los pobres se benefician de las migas que caen de la mesa del semidios.
Si uno lo mira así, es claro que uno entiende por qué Ernesto Talvi tiene el fetiche de abrazarlos, pero veamos las ideas a tener en cuenta.